Cuando España se llamaba Hispania, en el sudoeste de la península vivía un lusitano de nombre Viriato. Era un hombre justo y generoso, según lo que dejó escrito Apiano en el siglo II d.C.
El pretor que mandaba en la Hispania Ulterior era Serbio Sulpicio Galba. El anterior pretor había prometido a los lusitanos tierra a cambio de paz, la paz romana. Galba se había mantenido en esta palabra y prometió cumplir los pactos a los que se había comprometido su antecesor.
Los lusitanos se presentaron en el lugar convenido y entregaron las armas. Acto seguido los romanos los machacaron.
Galba lo tenía claro desde un principio, para él Lusitana sería “tierra de huérfanos y viudas”.
Viriato, fue uno de los pocos que se salvó de la matanza. Juró vengarse y se convirtió en el líder de su pueblo. Aquí la historia se tambalea, no parece muy riguroso que un humilde pastor acabase mandando una revuelta contra Roma. También podría ser que Viriato perteneciese a una noble familia de carácter militar, o como poco, fuese dueño de un buen número de cabezas de ganado, principal fuente de ingreso de la época.
63. Viriato, «Terror Romanorum», fue la pesadilla de los romanos en Hispania, así que Roma sobornó a 3 de sus lugartenientes para matarlo. pic.twitter.com/EYnBDQlwb9
— Ms. Dy-Na-Mi-Te-É! (@inmitadinamita) 30 de noviembre de 2016
Contra todo pronóstico, su pelea contra Roma no iba mal. Aplicó una especie de guerra de desgaste basada en el conocimiento del terreno y los ataques sorpresa. En definitiva una verdadera guerrilla. En una de esas emboscadas Galba murió y parte de la venganza quedó cumplida.
Pero sin duda el momento culmen de sus luchas, fue la toma de la romana Segóbriga (Cuenca). El prestigio del lusitano se disparó y mediante alianzas con los pueblos de la meseta logró confinar una especie de confederación contra Roma.
Pero el Senado se tomó en serio la lucha contra el humilde pastor y mandó más legiones que hicieron que Viriato abandonara el valle del Guadalquivir. Con más ánimo de lograr la paz que de convertirse en mártir, el luso, negoció un status quo con la República.
Pero la todopoderosa Roma no iba a tutear a una banda de pastores – guerrilleros. Según se cuenta 3 hombres de la confianza de Viriato, se dejaron sobornar y lo apuñalaron mientras dormía.
La resistencia hispana coleteó un poco, pero ya no fue lo mismo. Después de esto los romanos se centraron en otro hueso duro de roer en Hispania: la toma de Numancia.
Cuando los 3 se presentaron ante el Cónsul Cepión para cobrar lo pactado, la historia cuenta que éste les soltó la famosa frase: “Roma no paga traidores”. No es que sea muy de fiar… pero sin duda le hace justicia al caudillo luso.
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