Van Meegeren ha sido uno de los mejores falsificadores de arte de todos los tiempos. Sus copias de Johannes Vermeer, el maestro holandés del XVII, eran de tal calidad que fueron validadas por algunos de los expertos más importantes de la época y expuestas como originales en los principales museos de Holanda.
Sus problemas con la justicia comenzaron el 29 de agosto 1945, cuando fue detenido bajo la acusación de colaborar con los nazis. Meegeren ya se había enriquecido con la venta de sus falsificaciones, y al final de la IIGM acumulaba 20 millones de euros actuales.
Con la rendición de Alemania, los aliados encontraron en una mina de sal austriaca unas cámaras subterráneas que contenían más 1000 obras arte expoliadas por Hernann Göering. Uno de los cuadros más valiosos era “Cristo y la mujer adúltera”, firmado por el maestro Vermeer. Los documentos adjuntos a esa pintura y una compleja investigación demostraron que Göering había comprado el cuadro en 1943 a Van Meegeren, a través de un oficial de la Gestapo, por 1,6 millones de florines (unos 6,5 millones de euros de hoy).
Aquí comenzaron los verdaderos problemas para Meegeren. Fue acusado de alta traición por vender al enemigo obras del patrimonio artístico holandés, lo que le llevaría derecho a la pena de muerte.
La confesión de Meegeren fue del todo insólita. Alegó que, en realidad, el Vermeer lo había pintado él mismo y que los cuadros que había vendido a los nazis no eran originales.
(En verdad Van Meegeren fue arrestado por traición —vender un Vermeer a los nazis era traición— pero ahí confesó y dijo que el era el autor) pic.twitter.com/7emfJTeaO6
— Gaspar (@gasparalvarez) 2 de noviembre de 2017
El tribunal sospecho que aquello sólo era un intento a la desesperada para salvar la vida, sobre todo cuando expertos norteamericanos y holandeses habían certificado que el cuadro era auténtico.
Antes de que se dictara la sentencia, su abogado consiguió que le permitieran al reo demostrar su inocencia pintando un “Vermeer” en su celda. Y así lo hizo, entre julio y septiembre de 1945, para asombro de los seis testigos presentes mientras pintaba: un fotógrafo, un experto en arte, tres oficiales de justicia y el carcelero, pintó “Jesús entre los doctores”.
Con ésta, su última pintura, Van Meegeren salvó la vida. La fiscalía levantó los cargos de pena capital, aunque mantuvo los de falsificación y fraude basándose en el descubrimiento de otras obras de grandes maestros falsificadas por él.
Van Meegeren fue sentenciado a un año de prisión, más la confiscación de todas sus obras de arte y propiedades inmuebles, entre las que había nada menos que 52 fincas en Laren, 15 casas de campo en los alrededores y varios clubes nocturnos. Dos semanas después fallecía de un ataque al corazón y lejos de ser enterrado como un delincuente, su funeral fue multitudinario: toda Ámsterdam quería homenajear al artista que había engañado a los nazis.
Deja una respuesta