La proclamación de la II República no provocó ningún cambio importante sobre la situación de los sefardíes que querían regresar a España.
Los tópicos antisemitas españoles continuaron y los pocos judíos que entraban en política lo hacían en partidos de izquierda y ya se habían apartado, mucho tiempo atrás, de la vida religiosa judía.
En este contexto se trasladaron a España en 1932 algunos sefarditas griegos, pero en número insuficiente para ejercer influencia en las comunidades judías de Grecia.
Se puede decir que la política de la II República en este aspecto fue una continuación de la llevada a cabo en la dictadura de Primo de Rivera.
Pero los sefarditas búlgaros no descansaban en su empeño de regresar a España. En octubre de 1932, se envió al Ministerio de Estado un informe procedente de Bulgaria para que la República lo llevara a cabo con los sefarditas balcánicos: creación de escuelas y bibliotecas, conferencias y proyecciones cinematográficas, venta de discos españoles, subvenciones a la prensa sefardí y la creación de Cámaras de Comercio para facilitar las relaciones económicas entre los países.
Todo esto no llegó a nada, ya que los políticos españoles de la época tenían miedo de que se produjera un movimiento sionista en España y fueron dando la espalda a estos grupos convenciéndoles de que la “obra española” era meramente espiritual, sin mira política alguna.
El único intento oficial para intentar llevar a cabo una política sefardí en la República se plasmó en la Orden Circular de 27 febrero 1933. Se trataba de poner en funcionamiento el artículo 23 de la Constitución Republicana (adquisición de la nacionalidad española a las personas de origen español residentes en el extranjero).
Pero ni con esto se produjo un “efecto llamada” para los sefarditas europeos. Si es cierto que con la proclamación de la República en la comunidad judía de Madrid y Barcelona tuvieron más libertad de movimientos y se organizaron mejor.
La comunidad judía de Madrid, cuyos estatutos datan de 1917, la componían unos 45 miembros en el año 1932. Procedentes de Alemania, Austria, Hungría, Polonia y Rumanía. Aunque muchos de ellos sobre todo los más ricos, no quisieron que se les asociara con la sinagoga.
Fuente: Sefarad, los judíos de España. María Antonia Bel Bravo. Madrid, 2006.
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