Verano de 1945, en Mondorf-Les Bains (Luxemburgo) se encontraba un centro de detención controlado por EEUU. A sus puertas llegó un prisionero con 49 maletas llenas de joyas y un cargamento de analgésicos.
Se trataba de Hermann Goering, el número 1 del partido nazi tras los suicidios de Hitler, Himmler y Goebbels. El creador de la Gestapo y jefe de la aviación alemana.
Los americanos le asignaron un psiquiatra militar, Douglas M. Kelley. Cuyo objetivo era dictaminar sobre la salud mental del preso para poder juzgarlo o no.
El doctor Kelley quedó fascinado por la personalidad de Goering; según cuenta, cada mañana cuando llegaba a su celda se ponía de pie de un salto y le estrechaba la mano con energía: “Buenos días Doctor, me alegro mucho de que haya venido a visitarme. Pase y siéntese por favor”.
Según el doctor, Goering era “encantador, locuaz e imaginativo” pero Kelley no podía pasar esta oportunidad y se propuso investigar “el horror”, al igual que hizo Hannah Arendt con Adolf Eichmann en Jerusalén.
Goering “enganchado” a la paracodeina desde los años 30, la dejó radicalmente durante su encierro, cuando el psiquiatra le “tocó” su amor propio: “¿Cómo no va a poder vivir sin analgésicos un líder del pueblo alemán, cuando millones de hombres débiles lo hacen?”.
#OTD in 1946 Hermann Göring commits suicide with a cyanide capsule the day before he is to be hanged #history #ww2 pic.twitter.com/yZulvS4R8F
— Alina Nowobilska?? (@WW2girl1944) 15 de octubre de 2017
El interior de Goering fue floreciendo: narcisista, emocionalmente inestable, cínico y fatalmente místico; pero “básicamente normal”, lo que significa que podía ser juzgado perfectamente.
Goering fue trasladado a Nüremberg y Kelley viajó con él para seguir indagando en el III Reich.
Entre otras cosas Goering le comentó que mandó bombardear Rótterdam porque “se puso en mi camino”, o que “cualquiera que le dijera “no” a Hitler terminaría enterrado”. El mandatario nazi sabía que le iban a colgar pero pensaba que “dentro de 50 años habrá estatuas de Goering en todos los pueblos alemanes”.
En Nüremberg, Kelley abogó en pequeñas cosas para Goering: bancos más cómodos en el juicio e incluso consiguió que le dieran un permiso para escribir a su familia.
Al final de sus días, Goering, quiso despedirse del único “amigo” que le quedaba; le regaló un gran anillo que llevaba, pero el doctor lo rechazó; si aceptó una fotografía dedicada que conservó siempre.
Goering terminaría suicidándose mordiendo una cápsula de cianuro. Lo más inquietante es que doce años después el Doctor Kelley haría lo mismo.
Angel says
Hola: Hay un libro de otro psiquiatra (judío) que visitaba, no trataba, a todos los acusados del principal juicio en Nuremberg; Es león Goldensohn y el titulo: Las entrevistas de Nuremberg. ¿Conoces la historia del buque que Göring devolvió a los republicanos españoles cargado de piedras, cuando ellos esperaban municiones rusas? El mismo lo cuenta como broma a los comunistas pero no da mas detalles. Un saludo
wikiabby says
Wow el día de ayer llegó a mis manos el libro de «El nazi y el psiquiatra» y buscando sobre Dr. Douglas Kelly di con tu post, buen artículo, gracias por compartir. ¡que freak lo de 12 años después! ¿Qué opinas de eso?. Saludos.