Para la Historia no es lo mismo morir de una manera que de otra. Por ejemplo, la Guerra del Peloponeso sostenida entre Atenas y Esparta (siglo V a.C.), según narró Tucídides la muerte de los primeros soldados atenienses, fue celebrada de manera ostentosa y pública.
Tras una donación de ofrendas ante sus restos, los cuerpos fueron paseados por la ciudad. Depositados en un cementerio en el barrio más hermoso de Atenas, obtuvieron el reconocimiento del propio Perícles que alabó su valentía:
“consideraron más el defenderse y sufrir que ceder y salvarse; evitaron una fama vergonzosa y aguantaron el peligro de la acción al precio de sus vidas”.
Resulta evidente la “necrotopía”: la correspondencia entre la muerte y el lugar de enterramiento, ya que este heroísmo facilitaba una tumba de lujo. Evidentemente nada tienen que ver estos soldados fallecidos con los muertos tras la peste del 430 a.C. que fueron incinerados y olvidados cuanto rápidamente.
Me visita el Empresario capitalino Rafael Muzquiz le agradezco la colección "la Guerra del Peloponeso" Antigua Grecia entre Esparta y Atenas pic.twitter.com/EkvQVSUJJM
— FERNANDO PURON (@PURONJOHNSTON) 4 de noviembre de 2017
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