Continuando con la clasificación establecida, encontramos ahora a los oficiales. Recuerdo que este grupo lo subdividíamos entre oficiales de mar y oficiales de guerra. Veremos que en ambos grupos se repiten algunos puestos, hay que tener en cuenta que en los navíos había una jerarquización claramente distinguida para no tener sublevaciones dentro de él.
Dentro de los oficiales de mar destacamos la figura del capitán, siendo el encargado de la dirección y gobierno de la embarcación. Él es el delegado de la autoridad pública para la conservación del orden a bordo, para la seguridad del buque o embarcación y su salvación así como la de los pasajeros, tripulantes y carga. Los tripulantes y pasajeros le deben respeto y obediencia.
El maestre es el rango inferior al del capitán, hombre a quien correspondía antiguamente el gobierno económico de las naves mercantes. En los antiguos buques de la carrera de Indias, tenía a su cargo la recepción, conducción y entrega de la plata que se enviaba a España.
En un puesto inferior se encontraba el contramaestre quien dirige personalmente todo trabajo o maniobra que se realice en la arboladura; se asegura del perfecto estado y funcionamiento de lo referente a la maniobra de anclas y encargado de la misma, revisa los pescantes, plumas, amarras, aparejos y en general todo el material destinado a cargar, descargar y el de maniobra.
El piloto es la persona que entiende y ejerce el arte de gobernar la embarcación, determinando su situación y los rumbos que debe seguir para trasladarse al punto de su destino en el ámbito fluvial.
Los guardianes, son oficiales de mar o contramaestres subalternos, especialmente encargados de las embarcaciones menores y de los cables o amarras, encontrándonos la figura del patrón de bote, hombre de mar encargado del gobierno de una embarcación menor, quien dirigía los botes a tierra firme, en los diversos amarres en las costas.
Los maestros de velas eran los que se manejaban con desenvoltura en materia y tareas referentes a las velas.
El capellán era el sacerdote, se le llevaba por el temor a cualquier catástrofe y en muchas ocasiones era un gran consuelo para los tripulantes del navío, que en momentos de angustia y desesperación tenía una palabra.
Por último encontramos la figura del escribano, es la persona que por oficio público está autorizada para dar fe de las escrituras y demás actos que pasan dentro del navío.
Autores: Pablo Martínez Marco, Mario Muñoz Muñoz, Pablo Victorio Molina. Estudiantes de Historia de la Universidad de Murcia.
Deja una respuesta