Tikal ya era un importante centro ceremonial en el 300 a.C., aunque su época de mayor esplendor llegara en el siglo VII, cuando 10 mil personas vivían en la ciudad y más de 50 mil en los alrededores.
La mayor parte de las ruinas que hoy pueden contemplarse datan de ese período, en el que indios de todo el Yucatán viajaban a través de la selva para asistir a sus espectaculares ceremonias, ya que Tikal era uno de los lugares más sagrados del mundo Maya.
El corazón de Tikal lo constituía la Acrópolis. Un conjunto de templos y palacios separados por amplios espacios donde destacaban 5 impresionantes pirámides. La más alta es el “Templo de la serpiente bicéfala” (65 metros), un lugar sagrado para los mayas, que acudían a él en peregrinación desde todos los lugares de la selva.
Las estructuras piramidales de caras lisas estaban dedicadas, por lo general, a la observación astronómica. Mientras que las constituidas por una serie de taludes y plataformas, rematadas en lo alto por una cresta vertical, eran lugares sagrados restringidos donde se celebraban ritos religiosos. Finalmente, las que disponían de habitaciones y puertas eran palacios donde vivían nobles.
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— Manuel Caxaj Sosa (@ManuelCaxaj) 19 de octubre de 2017
En la Acrópolis destacaba el Juego de la Pelota, el más sagrado de los rituales mayas.
Este juego no era ningún deporte, sino una especie de duelo, un enfrentamiento ceremonial, que acababa con el perdedor o el vencedor, sacrificado. Enfrentaba a los jefes de dos tribus rivales que, auxiliados por un escudero de confianza, debían desplazar la pelota, sin tocar el suelo, con la única ayuda de sus caderas, hombros, rodillas y codos. Ni los pies, ni las manos, ni la cabeza podían ser utilizados.
Si el juego se hacía en honor de los dioses del inframundo, el perdedor debía ser sacrificado cortándole la cabeza, manos y pies. Cuando se celebraba en honor de los dioses del supramundo, era el vencedor quien recibía “el honor” ya que en este caso era un privilegio que les llevaba directamente al paraíso. Así se zanjaban muchas veces los enfrentamientos entre ciudades, evitando incluso guerras.
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