Los dioses arameos de la antigua Mesopotamia, desenterrados a principios del siglo XX por el alemán Max von Oppenheim en Tell Halaf (Siria), sufrieron la destrucción al ser bombardeado durante la II Guerra Mundial.
Ahora, en una sensacional exposición en el museo Pergamon de Berlín, tras una restauración de increíbles complejidad y minuciosidad, han regresado. La exposición cuenta con esfinges, grifos, toros, leones, aves y los inquietantes hombres pájaro-escorpión y será visitable hasta agosto.
Hace 3.000 años, en el valle del río Khabur, entre el Éufrates y el Tigris, estos seres fabulosos fueron objeto de culto en la ciudad-estado de Guzana, capital del principado arameo de Bit Bakhiani (la Casa de Bakhianu), posteriormente sometida por los asirios…
Tell Halaf es un lugar que se ha comparado a Troya y a Babilonia. La vida de su descubridor, el barón Max von Oppenheim (Colonia, 1860-Landshut, Baviera, 1946) es de película.
De origen judío, hijo de banquero, von Oppenheim, desarrolló una irresistible pasión por Oriente. Se disfrazó para entrar en lugares sagrados del islam, compró una chica bereber en un mercado de esclavos y fue recibido en audiencia por el sultán de Constantinopla. En 1896 se instaló en una lujosa villa en El Cairo con 6 sirvientes y un cocinero francés. Se ganó a pulso fama de mujeriego y fiestero, y al tiempo de experto en la cultura árabe.
El káiser Guillermo II lo reclutó en 1900 para sus servicios diplomáticos. Durante la I Guerra Mundial dirigió un servicio de inteligencia alemán para el Oriente Próximo. Los británicos lo consideraban un maestro de espías que habría tratado de soliviantar a los árabes contra los Aliados de una manera similar, pero al revés, a Lawrence de Arabia, al que conoció.
En 1899, durante una expedición de 6 meses en el norte de Siria, oyó hablar de unas extrañas esculturas enterradas en la arena. Y el 19 de noviembre descubrió Tell Halaf.
Excavation picture taken March 1912 at Tell Halaf,Syria (near Turkish border).Max von Oppenheim discovered the site pic.twitter.com/e5lmRNSqId
— Ticia Verveer (@ticiaverveer) 13 de abril de 2015
En 1911, tras renunciar a su puesto de diplomático imperial, regresó al lugar para excavarlo en serio. Él no lo sabía, pero había dado con un yacimiento riquísimo, que hasta ha proporcionado nombre a un período (VI y V milenio a.C.) del Neolítico en Oriente Medio.
La guinda es la ciudad aramea con su ciudadela amurallada y el palacio de Kepara, hijo de Hadianu, y su famosa fachada de 6 metros con la tríada divina Teshub (Baal), Hebat y Sharruma como pilares que von Oppenheim reconstruyó en su museo berlinés.
Se llevó muchas cosas, entre ellas la «diosa entronizada», su estatua favorita.
El museo que abrió en 1930 con el material de Tell Halaf se hizo muy popular en Berlín. Nuestro hombre consiguió capear los peligrosos (visto su ascendiente judío) tiempos nazis gracias a sus conexiones en las altas finanzas y la diplomacia y a señalar oportunamente los rasgos arios (?) de sus esculturas. Cómo Goebbels se lo tragó es un misterio. De hecho parece incluso que su último viaje a Oriente en 1939 fue pagado por Goering…
La fatalidad visitó el museo berlinés el 23 de noviembre de 1943 en forma de bomba incendiaria aliada. Todo quedó destruido. El estrés térmico sufrido por las esculturas las reventó en miles de pedazos. Durante años, los trozos, se almacenaron en los sótanos del museo de Pergamon. Pero en 1993 surgió la esperanza de reconstruir al menos algunas estatuas. En 2001 comenzaron los trabajos con el puzzle de 27.000 fragmentos.
Está previsto que las viejas estatuas reconstruidas se exhiban permanentemente en el museo de Pergamon.
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