La prisión de San Cristóbal se encuentra en la cima del monte Ezkaba (Pamplona). Durante la Guerra Civil estuvo llena de presos republicanos.
El 22 de mayo de 1938, una gran mayoría de presos del Partido Comunista planeó y llevó a cabo una fuga del penal, en la que participaron 795 de los 2.497 prisioneros.
En un principio San Cristóbal se ideó para ser una fortaleza. La construcción empezó a finales del XIX, en la última guerra Carlista, y terminó en 1919. Su cierre definitivo se produjo en 1945, desde entonces aquellas paredes conservan los dibujos, cuentas, calendarios y mapas de España y Francia que pintaron los presos.
Para su construcción de dinamitó parte del monte, de esta manera el penal tiene plantas subterráneas. A día de hoy pertenece al Ministerio de Defensa; como otros tantos cuarteles, prisiones y puestos de vigilancia que hay diseminados por los lugares más recónditos de la geografía española.
Enterrados en los alrededores de San Cristóbal yacen los cuerpos de los 207 fugados además de 400 presos que murieron en el penal. Asociaciones para la memoria histórica y familiares están luchando para desenterrarlos. De momento, se han encontrado siete cuerpos.
Las condiciones en aquella cárcel eran penosas. Los presos morían de inanición y avitaminosis porque los administradores se quedaban parte del dinero con el que tenían que comprar la comida de los reclusos. Esto lo denunció un funcionario del penal, pero el caso fue sobreseído. En los 11 años en los que la cárcel estuvo abierta, más de 1.000 presos fallecieron por enfermedad.
En el penal del Fuerte San Cristóbal, 795 republicanos lograron desarmar a los guardias, tomarse las instalaciones y huir en la noche. pic.twitter.com/zhDoPc9lO9
— MEMORABLE (@EsMemorable) 24 de mayo de 2017
El 22 de mayo de 1938, se produjo la mayor fuga penitenciaria de la historia de España. No fue una fecha escogida al azar: era domingo, a la hora de la cena, y solo había ocho guardias custodiando la prisión. De todos los presos solo una veintena están al corriente de los planes de fuga.
Redujeron a los guardias que les llevaban la cena, les quitaron las llaves y se vistieron con sus uniformes. Uno de los centinelas de la entrada, percatándose de la situación, intentó resistirse; los presos lo mataron a martillazos.
Los presos que no dudan, salen del fuerte; pero uno de los guardias ha conseguido escapar y se dirige a Pamplona para pedir refuerzos. La huida va a ser un fracaso estrepitoso.
Desinformados, sin provisiones, muy débiles y sin conocer la zona. Se lanzan al monte en busca de la frontera francesa que se encuentra a 80 Km. Algunos incluso pensaron que se había terminado la guerra y fueron directos a la estación de tren de Pamplona. Trataron inocentemente de comprar un billete con los vales de la prisión. Los detuvieron de inmediato.
De los 795 presos que se fugaron aquel día, 585 fueron capturados y 207 muertos a tiros en el monte. Sólo tres presos consiguieron llegar a Francia, según consta en el Cuaderno de Registro que realizó un funcionario de la prisión. Uno de ellos, José Marinero Sanz, murió hace 40 años en México. De los otros dos fugados que lograron cruzar la frontera, nunca más se supo.
El final de la historia es más que predecible. Consejo de guerra donde 14 de los 17 promotores de la fuga fueron condenados a muerte y fusilados en el centro de Pamplona, el 8 de septiembre de 1938.
Para saber más: Memorias de un piojo republicano. Ernesto Carratalá.
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