Durante los preámbulos de la II Guerra Mundial, en Japón no pasó lo mismo que en la Alemania del III Reich. Nunca se erigió un sistema totalitario de partido único, no se elaboró una ideología racista ni se produjo un holocausto de las dimensiones del alemán.
Pero sí es cierto que existía el totalitarismo, se alentó un nacionalismo panasiático – antioccidental y la brutalidad con la que se empeñaron los japoneses durante la Guerra del Pacífico, bien puede considerarse casi una “Solución Final”.
Pero los efectos devastadores de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, produjeron una especie de borrón y cuenta nueva moral que palió la culpa colectiva.
Las secuelas morales del conflicto también fueron diferentes: el nihilismo de la “generación calcinada” nipona contrasta con la esperanza de un nuevo comienzo en Alemania.
A finales de los años 40 aparece un nuevo marco con el inicio del consumismo y en los años 60 se produce una corriente occidentalizadora en Japón que propició una especie de “amnesia histórica”.
En los juicios de Tokio, al finalizar la contienda, se condenaron por crímenes políticos y de guerra, pero no contra la Humanidad. Además, los grandes responsables serían liberados a partir de 1953 y el emperador Hiro Hito nunca fue encausado. Los libros japoneses ocultan los grandes crímenes cometidos por el ejército nipón en Asia, como si no quisieran enfrentarse con el trauma de superar la guerra.
7 de enero 1989 Muere Hiro-Hito emperador japonés 1926 a 1989 (n.1901),… pic.twitter.com/gqSuP8msiJ
— Cine histórico épico (@CineHistorico) 6 de enero de 2017
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