Los gallegos en las carballeiras incendiaban sus arboledas desde muy antiguo, al menos desde el 4.000 a.C.
Lo hacían para despejar el terreno con el fin de fertilizar la tierra para alimentar el ganado. Y la prueba está grabada en la tierra, por ejemplo en la que rodea los petroglifos de Campo Lameiro, un lugar muy habitado desde antes de la Edad de Bronce del que el CSIC y la Universidade de Santiago han analizado más de 200 muestras.
El suelo típico del monte gallego es el negro ránker atlántico, que es uno de los más ricos del mundo en carbón vegetal y materia orgánica. Se empezó a formar desde la primera mitad del Holoceno, en ciclos de erosión y sedimentación. El carbón procedente de los «paleoincendios» permanece ahí abajo, difícilmente digerible por los microorganismos y apenas mudable por el agua de la lluvia.
El ránker es un archivo físico de los cambios ambientales en el que quedan registradas las transformaciones que han sufrido el clima y la vegetación.
Petroglifos de Campo Lameiro. El «altamira» del arte rupestre gallego. https://t.co/1U4TM4nbAS pic.twitter.com/VAc6Y9pqxS
— Eduardo Mosqueira (@emosqueira) 17 de mayo de 2017
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