Para Marañón, los acontecimientos revolucionarios de 1934 en Asturias solo significaban una cosa: habían vuelto a chocar las dos Españas.
Mientras una, representada por Menéndez Pelayo, miraba hacia el pasado, hacia la “tradición, hecha dignidad y eficacia y no sólo herrumbre”, la otra, encabezada por Giner de los Ríos, afrontaba el futuro con “la esperanza hecha método y no sólo quimera…”. Marañón creía que las dos corrientes no tenían por qué ser irreconciliables: “sólo se necesita un poco — o un mucho — de comprensión, de tolerancia en cada bando…”.
Tras la victoria electoral de la CEDA, los ánimos en el país casi terminaron de caldearse.
Marañón, que no sentía afecto alguno por la derecha aunque algunos sectores izquierdistas lo veían cercano a Gil Robles, corroboró que la actitud de éste y de la CEDA no vulneraba la legalidad y reprochaba al PSOE “no haber sabido, o no haber querido captar a las clases medias españolas… porque, no nos engañemos: la clase media, en la política española, es la que da y quita”.
Marañón fue consultado por Alcalá-Zamora en septiembre del 35, el Presidente quería saber si una figura reconocida como la suya, podía dotar de cierta estabilidad a la política republicana. Marañón, declaró a los medios que había que evitar la radicalización, pero no fue capaz de componer un gobierno de concentración nacional porque “Lerroux… creía que los radicales no debían colaborar en ningún gobierno en que tuviesen participación los socialistas. Esta actitud hacía imposible la realización del conglomerado de todos los partidos republicanos, al quedar fuera de él un grupo tan importante como el socialista y al hacer difícil la gestión para que colaborasen otros partidos de derecha”
Cuando el Frente Popular ganó las elecciones de febrero, Marañón publicó un artículo con el título de “Comprensión”. Haciendo un llamamiento a la convivencia, invocaba que las izquierdas no obviasen la opinión y posturas de las derechas. Escribió a Azorín; opinaba que se abría un periodo cuyo criterio debería ser la “humana comprensión de que la verdad nuestra es sólo una parte de la verdad, y hay que dejar, por lo tanto, un margen de respeto para los que no piensan como nosotros; porque sólo con que profesen sinceramente su ideal, éste, aunque no sea el nuestro, es parte también de la verdad”.
¿La mayor innovación de la #médicina? «La silla que nos permite sentarnos al lado del paciente, escucharlo y explorarlo.» #GregorioMarañon pic.twitter.com/WABwYGsq6H
— DiegoJ Romero Salado (@diegojromero) 25 de septiembre de 2017
El 2 de junio del 36, Marañón publicó en El Sol un artículo titulado “La verdadera situación de España”. En él opinaba que las izquierdas “han reincidido en su pecado eterno: en la debilidad en el mantenimiento de la autoridad”, mientras que las derechas seguían ancladas en el pasado: “las tradicionales de la predictadura”. Por eso, para que la República tuviese futuro, era fundamental que las derechas se modernizasen. Aún con todo lo que estaba pasando en el país, se mostraba optimista, demasiado optimista: “el desnivel inicial entre ambos bandos no es excesivo, y el tiempo lo atenúa…”.
Marañón escribe a Baroja el 21 de junio: “¡Gran pintura la de las derechas farisaicas y las izquierdas fanáticas y pedantes! Lo único noble de la vida es el que algunos hombres puedan sustraerse de la grey borreguil de uno de los dos bandos. Si no hubiera más que Araquistaines y Calvo Sotelos era cosa de irse del planeta…”
El 16 de julio de 1936, escribe a Marcelino Domingo, líder del Partido Republicano Radical Socialista y Ministro de Instrucción Pública: «El vil, el infame asesinato de Calvo Sotelo por los guardias de la República, a los que todavía no se ha condenado, por los que el Gobierno da la sensación de una lenidad increíble, nos sonroja y nos indigna a los que luchamos contra la Monarquía (precisamente fue en la casa de Marañón donde el 14 abril de 1931, se produjo la reunión entre Alcalá-Zamora y el Conde de Romanones, donde se decidió el exilio de Alfonso XIII y la proclamación de la República) … España está avergonzada e indignada, como no lo ha estado jamás… Esto no puede ser. Todos los que estuvimos frente a aquello (refiriéndose a la Dictadura de Primo de Rivera; Marañón, participó en la “sanjuanada”, un proyecto de golpe de estado contra Primo de Ribera que fracasó. Por este hecho fue condenado a un mes de prisión y a una multa de 100.000 pesetas) tenemos que estar frente a lo de hoy… A Castillo le han matado, cobardemente, unos señoritos armados… a Calvo le han asesinado en nombre de la autoridad, que sigue ahí, sin un acto de condenación, haciendo creer a toda España que es cómplice de lo ocurrido… No somos los enemigos del Régimen, sino los que luchamos por traerlo…”
Si el Gobierno de la República hubiese condenado el asesinato de Calvo Sotelo, tal vez se hubiera abortado la sublevación militar. Pero eso nunca lo sabremos… posiblemente no, pero sin duda, le habría restado apoyos. El 17 de julio de 1936 Marcelino Domingo contestó a Marañón, manifestaba su “pesadumbre por esta realidad dramática en que vivimos”.
Los peores presagios se confirmaron. Esa misma tarde algunas guarniciones militares de Marruecos se sublevaron y, a las pocas horas, la rebelión se había extendido. Marañón, que el 17 de julio se encontraba en Estoril atendiendo a una enferma, decidió regresar inmediatamente a Madrid, donde, el día 19, escribió de nuevo a Marcelino Domingo: “Ahora sólo es tiempo de decir ¡Viva la República y España!”.
Marañón dirigió una nueva carta a Marcelino Domingo el 1 de agosto: “¡Paz!, La paz podría salir de nosotros, los que estamos al margen de la lucha política… ¿Le parece a Vd. que podríamos hacer algo? Me aterra el aspecto de pugna crónica que empieza a tomar el combate… Me avergüenza estar como espectador en esta lucha que desangra a nuestro pueblo. Porque, en el otro lado, hay pueblo también…”.
Con la Guerra ya comenzada, empezaron los “actos revolucionarios” en Madrid, durante agosto y septiembre del 36. Marañón protestó públicamente por la quema de iglesias y conventos, además tuvo verdaderas dificultades para desplazarse por la ciudad incluso cuando iba al hospital.
Una noche, fue obligado entre fusiles a pronunciar una alocución radiofónica revolucionaria. También fue detenido en dos ocasiones y llevado a las checas: una socialista, en la plaza de Colón, y otra comunista en el puente de Segovia. De una de ellas le salvó otro médico, Francisco Grande Covián. A la otra acudió en compañía de su hija Mabel, a la que pidió que le esperara en el coche. Cuando regresó al vehículo, Marañón apareció lívido y con las ropas desordenadas.
Las represalias izquierdistas no pasaron de largo por su familia, tenía unos parientes a los que aconsejó que permanecieran en España creyendo que la República garantizaría el orden público, fueron asesinados. El diario largocaballerista Claridad publicó: “Si queréis saber algo sobre Gregorio Marañón, consultad las listas fascistas”.
Todos estos episodios hicieron que Marañón se fuese distanciando de la República, por lo que decidió iniciar algunas gestiones para salir de España. En noviembre, el Hospital Provincial notificó al presidente de la Diputación de Madrid que Marañón se había ausentado de la ciudad. Tras desechar invitaciones de los Gobiernos de México y Argentina para dar clases en alguna de sus universidades, optó por marchar a París, donde había sido invitado a dictar una conferencia en La Sorbona, universidad de la que era Doctor Honoris Causa desde 1932. Desde el exilio no dejó de escribir artículos acusando al Frente Popular por su escaso estilo democrático. Salió de España en compañía de Ramón Menéndez Pidal.
En 1942 obtuvo el permiso para regresar a Madrid. En 1944 se reincorporó a su trabajo en el Hospital Provincial de Madrid, hoy llamado Hospital General Universitario Gregorio Marañón.
Fuente: Gregorio Marañón, radiografía de un liberal. Antonio López Vega.
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