Las galeras eran unas embarcaciones casi planas, ideales para la escaramuza costera. Propulsadas por el Mediterráneo con la energía bruta de los galeotes. En 1690 el precio de un esclavo destinado a galeras, era de unos 1500 reales de vellón. En España había esclavos de galeras, pero es cierto que menos que en los barcos franceses o turcos.
Era difícil empeorar las condiciones de navegación de uno de estos presos. Un grillete les mantenía atados a su asiento, donde comían, dormían y evacuaban lo que fuese menester. Iban descalzos y rapados, para facilitar su identificación en caso de fuga y evitar las plagas de piojos.
A la «chusma» de galeras… Tb se la conocía como «galeotes» pic.twitter.com/07M4jDMetZ
— El Reto Histórico ? (@RetoHistorico) 7 de octubre de 2013
Los galeotes recibían a diario un pan cocido y endurecido llamado bizcocho [os contamos más aquí], un potaje de habas y su ración de agua. Las esperanzas de liberación eran mínimas, solo si los suyos ganaban un combate o eran intercambiados por presos españoles. La historia del argelino Amete fue excepcional. Felipe IV le concedió la libertad el 11 de mayo de 1642 en un alarde de moderada magnanimidad: “Ha más de 24 años que me sirve al remo y que se halla de edad de más de 70 y sin poder continuarlo, suplicándome le haga merced de mandar y, quedando otro esclavo para que lo haga por él, sea puesto en libertad”.
Un candidato a galeras famoso fue sin duda Cervantes. Fue apresado cuando regresaba a España después de sobrevivir a uno de los mayores combates de la historia: la batalla de Lepanto (1571). Al estar impedido por las heridas de la batalla, eludió la galera. Pero no 5 años de cautiverio en Argel.
Deja una respuesta