El delirio del nazismo provocó muchos dramas humanos. La odisea del Saint Louis está entre los más agónicos.
El Saint Louis era un crucero de lujo propiedad de la HAPAM, destinado a viajes transatlánticos que cubría la línea Alemania – América. Tenía capacidad para 400 pasajeros en primera clase y 500 en clase turista. En 1939 era capitaneado por el capitán Gustav Schroeder y contaba con una tripulación de 231 miembros.
El 13 de mayo de 1939 a las 20 horas, partió del puerto de Hamburgo con destino La Habana. En él se embarcaron 963 judíos que esperaban escapar del destino de los campos de concentración.
En 1939 los judíos alemanes eran ya perseguidos indiscriminadamente. Un año antes, en 1938, se había llevado a cabo la tristemente conocida “Noche de los cristales rotos” y numerosos judíos estaban siendo enviados a campos de concentración por las autoridades nazis. Muchos de los pasajeros del Saint Louis ya habían estado internados en Dachau entre otros campos. La condición para dejarlos marchar, era que saliesen de Alemania y que no volviesen nunca.
Así que con esta premisa, muchos judíos se apresuraron a comprar billetes de barco para emigrar; principalmente a América. Lo que también tuvieron que “comprar” fueron los visados para poder entrar al país de destino, en este caso Cuba. Así que aquí comienza la pesadilla de los pasajeros del Saint Louis; que fueron estafados por el Gobierno Cubano del presidente Federico Bru.
La mayoría de los judíos que embarcaron, eran personas de fortuna que habían renunciado a todos sus bienes y a todo cuanto tenían para poder escapar.
Para Joseph Goebbles, este viaje servía como propaganda a fin de mostrar al mundo que los judíos alemanes eran libres de ir donde quisieran. Por otro lado Goebbles, orquestó una persecución mediática contra los judíos del Saint Louis; tratando de impedir que ningún país los acogiera como refugiados. De este modo “demostraría” que Alemania no era el único país que no quería judíos. Con esta finalidad, el gobierno nazi, presionó todo lo que pudo a las autoridades de La Habana.
Otro factor de riesgo era que a bordo del barco viajaban espías de la ABWEHR (servicio de inteligencia alemán), encargados de reunir información en La Habana concerniente al ejército norteamericano.
El viaje se desarrolló en buenas condiciones. Las ideas políticas de Gustav Schroeder eran del todo conocidas: le asqueaba la ideología nazi. Con este planteamiento ordenó a su tripulación tratar a los pasajeros con respeto, como era el caso en los viajes habituales del Saint Louis.
El 23 de mayo, ya cerca de las costas cubanas, el crucero recibió un telegrama que informaba de un posible problema con las autoridades cubanas que aparentemente se negaban a dar asilo a todos los pasajeros. Rápidamente el capitán organizó un comité compuesto por pasajeros juristas y miembros de la tripulación para estudiar la situación y buscar una solución. El 27 de mayo fondea en el puerto de La Habana.
Después del rechazo de entrada en La Habana el capitán del Saint Louis buscando una nueva solución tomó rumbo a Florida y pidió un nuevo permiso de asilo a las autoridades estadounidenses.
El presidente Franklin Delano Roosevelt intentó acoger a una parte de los pasajeros, pero la oposición vehemente de los demócratas del sur lo impidieron llegando incluso a amenazar a Roosevelt con retirarle el apoyo en las elecciones de 1940 que se avecinaban.
El 4 de junio se prohibió al Saint Louis, que esperaba una respuesta anclado entre Florida y Cuba, la entrada en territorio norteamericano.
El 5 de junio se hizo un intento desesperado, esta vez con Canadá, pero nuevamente reciben una respuesta negativa. Ante la imposibilidad de continuar buscando lugar de asilo entre los países vecinos, un intento de amotinamiento frustrado, dos suicidios entre los pasajeros, la falta de comida, y otras agravantes; el capitán, Gustav Schroeder tomó la decisión de regresar a Europa.
Bélgica, Reino Unido, Francia y los Países Bajos aceptaron repartirse por cuotas parte de los pasajeros. El Saint Louis llegó a la ciudad de Amberes el 17 de junio desde esta ciudad fueron repartidos los pasajeros a su destino final.
La barbarie nazi avanzó por Europa. Muchos de los pasajeros fueron hechos prisioneros.
De los más de 900 pasajeros a bordo del Saint Louis, sólo 240 pudieron sobrevivir al holocausto.
Fuente: El viaje de los malditos. Gordon Thomas y Max Morgan-Witts. 1976.
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