Primera Guerra Mundial. En la carta que debía entregar el Embajador Von Below-Saleske a las autoridades belgas, Alemania acusaba a Francia de realizar movimientos con la intención de invadir Bélgica para atacarlos.
Además, los alemanes difundieron el rumor de que los franceses habían entrado en suelo germano y habían bombardeado ciudades de la región de Nuremberg con dirigibles. La prensa pro-germana se había encargado de expandir estas noticias por todo el país.
El Gobierno Belga no tenía conocimiento de dichas maniobras, sencillamente por que no se habían realizado, todo era un montaje alemán. Según esta carta, Alemania se veía en la necesidad de pasar a territorio belga para defender sus intereses. La carta continuaba diciendo que se esperaba que Bélgica adoptara una actitud benevolente; garantizando la retirada del territorio belga tan pronto como se firmase la paz; respetando la independencia del reino.
Pero si Bélgica se oponía al paso de las tropas alemanas se consideraría como un acto hostil que se resolvería mediante las armas.
El 2 de agosto el Rey Alberto presidía el consejo de estado y su respuesta fue “NO” a las exigencias alemanas; fueran cuales fueran las consecuencias, que se preveían muy graves para el país.
A las 7 horas del 3 de agosto, justo cuando expiraba el plazo dado por el gobierno alemán, el ministro alemán en Bruselas conocía el “NO” belga. Los diarios se hicieron eco y entusiasmaron a la opinión pública. La primera orden del Rey Alberto, que ese mismo día asumió el mando como Comandante en Jefe del Ejército Belga, fue la voladura de puentes sobre el Mosa (Lieja) y en la frontera con Luxemburgo, así como túneles de ferrocarril.
Ojalá Bélgica recupere el espíritu y el valor de su rey Alberto I en 1914. Los necesitará. ??#BuenasNoches pic.twitter.com/MQ62nIa6zU
— Maestro Ciruela ?? (@Master_Plum) 22 de marzo de 2016
Fuente: “Los Cañones de Agosto”, Barbara W. Tuchman. 1962.
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