El 20 de mayo de 1588 la Armada Invencible salió de Lisboa, formada por 130 buques tripulados por 10.000 marineros y 19.000 soldados.
Bordearon con dificultades la costa hasta La Coruña, donde se abasteció de agua y alimentos. Hasta el 21 de julio no abandonó este puerto, para entrar, una semana después, en el Canal de la Mancha.
El 27 de julio de 1588, la formación empieza a sufrir la acción del mar y a descomponerse. Al amanecer del 28, se habían perdido 40 navíos.
Durante 24 horas no se tuvo noticia de ellos pero, finalmente, uno consiguió llegar al lugar donde se encontraba el grueso de la flota para indicar dónde se hallaban los restantes barcos. Por desgracia para Medina Sidonia, ese grupo de embarcaciones fue avistado por Thomas Fleming, el capitán del barco inglés Golden Hind, que inmediatamente se dirigió a Plymouth para dar la voz de alarma.
A la altura de Portsmouth se encontró con la escuadra inglesa del almirante Howard, inferior en número, sin embargo, Medina-Sidonia no se decidió atacar y se retiró a Calais con intención de esperar a los 26.000 hombres de los Tercios que Alejandro Farnesio traía desde Flandes para desembarcarlos en Inglaterra
El primer enfrentamiento serio con los ingleses ocurrió el día 2 de agosto de 1588 a la altura de Calais. El almirante Charles Howard es consciente de que la derrota británica depende de su última decisión: decide atacar con burlotes. Se prende fuego a 8 embarcaciones cargadas de materiales combustibles y la corriente se encarga de dirigir a las bombas flotantes hacia la flota española. Los “barcos bomba” pasarían entre los barcos españoles y según se esperaba, los incendiaría y cundiría el pánico entre los tripulantes.
Los españoles cortaron los amarres de las anclas y la corriente los llevó hacia el mar del norte. Fue allí, frente a las Gravelinas, donde la flota británica dispersó a las naves españolas. La mayor puntería de los proyectiles ingleses comenzó a impactar sobre los buques españoles y finalmente decantó en la victoria a favor de los ingleses. La mayoría de las veces los proyectiles de los españoles detonaban a mitad de camino, se desviaban o no detonaban.
Los vientos impulsaron hacia el Norte a los restos de la escuadra, que, ante la imposibilidad de volver al Canal y acudir al encuentro de Farnesio, optó por un largo y duro regreso rodeando las islas Británicas. Nuevas tormentas, a la altura de Irlanda, remataron el desastre. Aún así algo más del 50% de las embarcaciones (67) logró llegar al puerto de Santander.
La derrota de la Invencible se debió a una serie de factores. Indudablemente, Felipe II calculó mal las posibilidades de invasión de Inglaterra y el apoyo de los católicos ingleses; hubo además una falta de coordinación con la infantería flamenca pero, en lo fundamental, se trató de dos conceptos diferentes de guerra naval.
España optó por enviar poderosos galeones equipados con artillería pesada de corto alcance, con la intención de dañar la capacidad marinera de los barcos ingleses y abrir la posibilidad de abordaje. Inglaterra apostó por artillería de largo alcance, con lo que sus buques pudieron mantenerse a distancia de los españoles; su mayor movilidad les permitió huir del enfrentamiento. Además, la Armada fue víctima de las tormentas.
España no tuvo pérdidas materiales importantes. En pocos años reconstruyó su potencia naval. Las consecuencias políticas y psicológicas fueron más amplias: la Europa protestante consideró, desde entonces, que el poder español había sido doblegado.
Fuente:
¿Qué fue la Gran Armada? por Pablo Martínez, Juan José Pallarés, Pedro José Sánchez y Pablo Victorio. Alumnos de Historia de la Universidad de Murcia.
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