“Los hombres de púrpura” nunca se constituyeron como un estado. Sus ciudades eran independientes.
Es cierto que tenían elementos aglutinadores como el idioma y la religión pero a menudo vivían enfrentadas por rivalidades comerciales y ninguna de ellas llegó a imponer su hegemonía sobre las demás. Y es más que probable que ninguna de ellas lo pretendiera.
No tenían concepto de nación y mucho menos de imperio. No estaban “por la guerra” contra nadie. No tuvieron ambición de conquistar otros territorios ni someter otros pueblos.
Basaban su defensa en crear sus ciudades y colonias en territorios poco accesibles. Respecto a las colonias, y dado su carácter no beligerante, evitaron instalar sus factorías en lugares donde los indígenas pudieran responder violentamente. Y respecto a sus poderosos vecinos asirios, hititas, egipcios, babilonios, persas… prefirieron, antes que luchar, pactar y convertirse en sus tributarios.
Por todo esto no deja de ser curioso el duro enfrentamiento que mantuvo la ciudad de Tiro contra Alejandro Magno. Seis meses de asedio y numerosas bajas. Al finalizar la contienda, el conquistador, hizo crucificar a todos los hombres y vendió a mujeres y niños como esclavos. A la vista de esta respuesta las demás ciudades fenicias se rindieron sin condiciones al macedonio.
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